El 26 de marzo nos visitó el autor Jorge Corrales para presentar en el Zoco su primer libro «Las chicas del muro». Además se proyectó la película de Billy Wilder «Uno, dos, tres» como excusa para hablar en el coloquio sobre la ciudad de Berlín. Al finalizar el evento aprovechó para firmar ejemplares de su libro.
En 1961 se estrenaron dos cosas: el presidente más joven de los EEUU y el mayor fracaso de taquilla de Billy Wilder, Uno, dos, tres. The Beatles daban su primer concierto, Yuri Gagarin se convertía en el primer hombre en viajar al espacio, y 1400 castristas desembarcaban en la bahía de Cochinos, en Cuba, para intentar derrocar el régimen de Castro. Nureyev dejaba Rusia saltando una valla en un aeropuerto de París al grito de “I want to stay and to be free” (quiero quedarme aquí, y ser libre), un salto que iba a ser mucho más difícil en Berlín desde el 13 de agosto, cuando la RDA comenzó la construcción de un muro de hormigón que separó en dos la ciudad: ciento veinte kilómetros de longitud y cinco metros de altura coronados con alambre electrificado.
Uno, dos, tres es la excusa que nos trajo nuestro colaborador Jorge Corrales para hablar de una ciudad que conoce bien en un momento histórico que es también el germen de su primera novela: Las chicas del muro (Ediciones B, 2023).
Si todavía queda alguien que no la ha visto, Uno, dos, tres es una crítica súper mordaz al juego de poderes de la guerra fría que no deja títere con cabeza, ni tiempo para respirar. En una anotación del guión Wilder y Diamnod escribieron: “Esta partitura debe interpretarse moltofurioso. Velocidad aconsejada: 110 millas la hora en las curvas y 140 en las rectas”.
MacNamara (James Cagney) es el máximo responsable de Coca Cola en Berlín occidente, bajo control estadounidense, británico y francés, pero aspira a más, a llevar el mayor símbolo del capitalismo al corazón de la Unión Soviética. Y todo va bien hasta que la hija de su jefe llega a Berlín para pasar dos semanas con la familia de MacNamara. ¿Cuánto tarda la joven en descubrir el Berlín comunista, y casarse a escondidas con un ingeniero de misiles prorruso? Dos semanas. Y la tragedia, para MacNamara, está servida.
De la peli no os voy a contar más porque lo realmente divertido es disfrutar de los gags, que no dan tregua, y de las imágenes de una ciudad aún sin reconstruir (todo, excepto algunas escenas de la puerta de Brandemburgo, se rodaron en Berlín).
Del coloquio con Jorge os puedo decir que salimos de allí con ganas de ir a recorrer esas dos ciudades pegadas que son una, y cuya historia se puede seguir a través de la cicatriz que dejó el muro después de caer. Nos descubrió un Berlín en el que la numeración de las calles es distinta, la iluminación también, incluso la normativa de construcción. Un Berlín que se rompía en dos en 1961 separando a las dos chicas de la foto que da título a su libro, y que son la muestra de todas esas personas a las que “la gran política”, y el muro, condenaron a ser de un bando o de otro.
En una de las dedicatorias del libro Jorge dice: «Para Ana, por abrir su bolso de cuadros una noche de diciembre y enseñarme que Berlín no cabe en 37 minutos de amor,» y a mí me ha hecho pensar en mi padre, que dice de Manhattan, la película de Woody Allen, que es la historia de amor entre un hombre y una ciudad (¿os acordáis de “Nueva York era su ciudad, y siempre lo sería”?).
Desde la página cincuenta del libro no estoy todavía en condiciones de deciros si Las chicas del muro es la historia de amistad de mujeres que nos prometió su autor en el coloquio, pero sí puedo decir que escuchar a Jorge hablar de Berlín, como diría mi padre, es escuchar una historia de amor.
Gracias, Jorge, por el libro. Y por traernos otro cine.
