El 20 de septiembre de 2024 comenzamos la nueva temporada con “Rebeca” (1940), la primera película de la etapa americana del maestro Alfred Hitchcock, basada en la novela homónima de Daphne du Maurier publicada en 1938.
Como viene siendo habitual, en el coloquio contamos con Mª Eugenia Guzmán, cinéfila y crítica especializada en cine clásico, y Javier López Otaola, experto en historia del cine y miembro de la Junta Directiva de Cines Zoco.
El proyecto cinematográfico comenzó a gestarse cuando el productor David O. Selznick adquirió los derechos de la novela para su adaptación a la gran pantalla, siguiendo el consejo de Hitchcock, con el que había llegado hacía poco a un acuerdo para producirle varias películas. Selznick, conocido por su meticulosa atención al detalle y sus ambiciosos proyectos (como «Lo que el viento se llevó»), vio en «Rebeca» una oportunidad para crear una obra maestra del cine.
El desafío con el que se iba a encontrar el director era considerable: adaptar una novela psicológicamente compleja y mantener la esencia gótica y misteriosa que la caracterizaba.
Ya desde el comienzo de la producción se fraguó la tensión entre Hitchcock y Selznick. Hitchcock era conocido por su deseo de tener un total control creativo, mientras que Selznick tenía una visión muy clara de cómo debía ser la adaptación, lo que llevó a varios desacuerdos. Selznick insistía en mantener la fidelidad al libro, mientras que Hitchcock prefería enfocarse en aspectos visuales y atmosféricos, a veces a expensas de la trama. A pesar de estas diferencias, el resultado final fue una obra que combinó lo mejor de ambos talentos.
El guion, adaptado por Robert E. Sherwood y Joan Harrison con la intervención de Hitchcock, logra capturar la esencia de la novela, manteniendo el misterio central y los giros inesperados que caracterizan la obra de du Maurier, y tuvo que incluir un cambio importante respecto de esta, debido a la censura del código Hays, de forma que el asesinato de Rebeca por parte de su marido se transformó en una muerte accidental.
La elección de los actores para los dos principales papeles fue un quebradero de cabeza para Selznick. Su primera apuesta para interpretar al personaje enigmático y atormentado de Maxim de Winter fue Ronald Colman, al que el papel no sedujo ya que consideraba que el mayor protagonismo lo iba a tener el personaje femenino. Después de valorar a otros actores como Leslie Howard y David Niven se decantó por Laurence Olivier, que venía de protagonizar un enorme éxito en “Cumbres borrascosas” (W. Wyler). La interpretación de Olivier aportó una profundidad emocional crucial para el personaje, haciendo creíble su lucha interna y su misterioso pasado. Para el papel de la segunda señora de Winter inicialmente se barajaron los nombres de Margaret Sullavan, Vivian Leigh y Ann Baxter, aunque finalmente este recayó en Joan Fontaine, relativamente desconocida en ese momento. Su actuación de joven inocente y vulnerable resultó tremendamente convincente lo que le valió una nominación al Oscar (finalmente lo consiguió al año siguiente con otra película de Hitchcock, “Sospecha”). Por último, la actriz australiana Judith Anderson interpretó a la siniestra y obsesiva ama de llaves, Mrs. Danvers. Su actuación es memorable, destacando por su intensidad y la inquietante presencia que aporta al personaje. Y es que, con independencia del número de veces que uno haya visto la película, sus fantasmagóricas apariciones en escena siguen causando desasosiego.
«Rebeca» está claramente estructurada en tres actos (el cuento de la Cenicienta, un cuento gótico y un relato de intriga policiaca) perfectamente integrados y constituye una obra maestra del suspenso psicológico y del cine gótico. La película destaca por su habilidad para crear una atmósfera opresiva y misteriosa, a través de una narrativa que mantiene al espectador en constante tensión. La mansión Manderley, casi un personaje en sí misma, contribuye significativamente a esta atmósfera con su apariencia sombría y sus secretos ocultos.
Hitchcock empleó diversas técnicas cinematográficas para construir la atmósfera de «Rebeca», entre las que destacan (i) El uso del blanco y negro: La elección de filmar en blanco y negro no solo fue una decisión estética, sino también una herramienta para acentuar los contrastes y la sensación de misterio y tensión; (ii) La iluminación: La iluminación juega un papel fundamental en la película. Hitchcock utilizó luces y sombras para crear una atmósfera inquietante. Las escenas en Manderley, por ejemplo, están llenas de sombras que sugieren secretos ocultos y peligros latentes; (iii) Los ángulos de cámara: El uso de ángulos de cámara inusuales y planos secuencia ayuda a sumergir al espectador en la perspectiva de la protagonista, aumentando la sensación de claustrofobia y paranoia; (iv) El montaje: El montaje de «Rebeca» es preciso y eficaz, contribuyendo al ritmo de la narrativa y a la creación de suspense. La edición de la escena del incendio final, por ejemplo, es un ejemplo magistral de cómo el montaje puede intensificar una secuencia dramática.
«Rebeca» no solo es una película destacada en la filmografía de Alfred Hitchcock, sino también un hito en la historia del cine que ha influenciado a numerosos directores (sin ir más lejos, a Orson Welles para el inicio y final de su memorable “Ciudadano Kane”). La combinación de una narrativa intrigante, actuaciones memorables y técnicas cinematográficas innovadoras resultó en una obra que ha perdurado en el tiempo. La colaboración entre Hitchcock y Selznick, a pesar de sus diferencias, dio como resultado una película que sigue siendo estudiada y admirada por críticos y cinéfilos de todo el mundo.
Texto: Javier López Otaola, miembro de la Junta DIrectiva de Cines Zoco
Fotos: Javier Martínez, miembro del equipo de Eventos en Cines Zoco
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