Fui a ver Cerdita porque escuché una entrevista a Carlota Pereda en la que le decían: “para mí Cerdita es una mezcla increíble entre Manolito Gafotas y La matanza de Texas.” No me lo creí, pero es así.
Cerdita está llena de terrores, y aunque a mí las películas de terror no me gustan, he comulgado con ella desde el minuto cero porque está llena de los miedos reales por los que hemos pasado: ser mujer, ser gorda, ser adolescente. Ser mujer, gorda y adolescente en un pueblo. Ser mujer, gorda, adolescente y correr medio desnuda por las calles vacías mientras te rozan los muslos y un perro sale de la nada enfurecido. Es imposible no sentir con esa angustia. La película transcurre en poquísimas horas en verano, en una Extremadura rural que Carlota Pereda vuelve asfixiante por el calor y por esa gente de pueblo que critica, que se mete en tu casa, que te mira desde detrás de las cortinas. Así arranca la película: nos presenta a Sara, una adolescente con sobrepeso que sufre bullying constante por parte de las niñas de su edad y que escapa de un ataque atroz más en la piscina ante los ojos de un desconocido que acaba de cometer un asesinato. Ella no lo sabe, pero el espectador sí, y sin embargo, en Cerdita casi todas las cosas que le pasan a Sara dan más miedo que ese asesino que anda suelto. Son más aterradoras las tres niñas que la insultan y la humillan, o no poder escapar de ese pueblo pequeño en el que hace los deberes en la carnicería de sus padres, con los libros manchados de sangre. Ellas, mientras tanto, le hacen fotos para humillarla en las redes sociales: Sara sale en la foto detrás del cristal de la vitrina, como una pieza de cerdo más. En Cerdita todo es carnal.
La llegada del asesino desconocido y las situaciones morales en las que coloca a Sara sirven a Carlota Pereda para construir una especie de escenario de ensayos agobiante en el que cada espectador se pone a prueba a sí mismo y se ve obligado a decidir, incluso antes de que lo haga la protagonista, qué haría si estuviera en su lugar. ¿Hasta dónde podemos llegar para defendernos? ¿Debemos ayudar a quien nos hace daño? ¿Está justificada la venganza? Es estupenda la forma en que Carlota deja que el espectador decida, lo arropa con la música, con los ambientes sonoros que le meten de lleno en el verano con las chicharras, o en la carnicería con el sonido de las cuchillas, el formato tres cuartos, esos planos como de western en los que el héroe (la heroína, en este caso) aparece triunfante después de una batalla campal y no dice nada: ya habrá una corneta de fondo, un grito apache, un silbido de tren… En Cerdita hay una vespa, y más chicharras. No hace falta más.
Cada espectador que ponga de su parte el resto.
El coloquio tardó en arrancar porque, no nos engañemos, Cerdita es una película incómoda de ver, y que no se digiere en la hora y media que dura. Con la primera intervención del público la guionista y directora contó cómo su intención había sido desde el principio dejar la película en manos del espectador y convertirlo en un personaje más, fundamental, de su historia. Cada uno tendría que colocar su valoración moral sobre los hechos y, por más que se le preguntó por su intención, no soltó prenda. “Yo sé lo que he querido contar”, dijo, pero como buena creadora, es consciente de que una vez que se termina una película ya no es de quien la ha hecho, sino de quien la ve. Y así se habló de la gordofobia y del bullying, de experiencias parecidas vividas desde los dos lados: el que lo sufre, y el que inflige el sufrimiento, muchas veces sin saberlo. La magia de Cerdita llegó a impregnar el coloquio, e incluso ahí, todos en el público, en voz alta, o en voz baja, nos retratamos.
Habló también de cómo había sido el paso del corto al largometraje (Cerdita ganó el Goya a mejor cortometraje de ficción en 2019), y cómo Laura Galán, la protagonista, estuvo siempre en el centro del proyecto. Del mismo modo estuvo Villanueva de la Vera, el pueblo en el que está rodada la película y cuyos habitantes han tenido algún que otro hueco en las escenas de bullicio.
Beatriz Cepeda, a quien escuché en “¿Puedo hablar?” decir aquello de La matanza de Texas y Manolito Gafotas tenía razón: Carlota Pereda ha mezclado magistralmente la familia española con la que todos nos identifiquemos, bien porque somos así, o porque lo son nuestros vecinos, y el terror de
una masacre que acecha a un grupo de jóvenes.
Cerdita está nominada a 6 premios Goya en esta edición 2023 (mejor dirección novel, mejor guion adaptado, mejor actriz revelación, mejor actriz de reparto, mejor maquillaje y peluquería, y mejor dirección de producción). Le deseo a Carlota toda la suerte del mundo, porque pocas películas dan tanto que pensar como esta.
Texto: Irene Morán. Comisión de Inclusión y Accesibilidad Cines Zoco Majadahonda
Fotos: Jesús Escudero. Comisión de Eventos Cines Zoco Majadahonda
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