El pasado 17 de noviembre de 2019 tuvo lugar una nueva sesión de Cine-Forum, colaboración entre losCines Zoco de Majadahonda y la Asociación Pórtico de la Cultura (www.porticodelacultura.org), organizada por Sagrario García Ojosnegros, colaboradora voluntaria de los cines Zoco y alumna fundadora de Pórtico de la Cultura.
En esta ocasión, pudimos disfrutar de la película-documental ‘Dancing Beethoven’, dirigida por Arantxa Aguirre y estrenada en 2016. Una película que atesora un deslumbrante curriculum: premio Espiga de Plata en Seminci, Valladolid; nominación a los premios Goya, Forqué y Platino del Cine Iberoamericano; exhibiciones en festivales y salas comericales de Alemania, Austria, Suiza, Japón y España; y, no menos importante, reconocimiento de la crítica y el público a partes iguales, allá donde vaya. Algo que no es sencillo, teniendo en cuenta que se trata de una producción tremendamente simbólica y poética, alejada de cualquier tópico comercial.
La película supone una inmersión en el montaje de una coreografía para la Novena Sinfonía de Beethoven, a cargo del Béjart Ballet, de Lausanne. Nos muestra, por tanto, más que el resultado final, el proceso por el que se prepara un espectáculo semejante, que en su momento tuvo como objetivo la interpretación junto a la Orquesta Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Metha, y el Ballet de Tokio. Una colaboración única que se estrenó en 2015 en el NHK Hall de Tokio. Una colaboración que puso en escena a más de doscientos artistas y que supuso uno de los mayores retos interartísticos de las últimas décadas.
Aguirre ejerció de documentalista en el proceso de montaje de la coreografía y, a partir de ahí, comenzó a hilar un relato mágico en el que lo artístico se cruza con lo humano, con las vidas de los bailarines y los músicos, lo mundano con lo filosófico, y lo doloroso con lo placentero, tal y como sucede en la Novena Sinfonía de Beethoven, una obra clave de la que la pianista y divulgadora musical Irene de Juan (www.irenedejuan.com) nos habló antes de comenzar la película.
Con ella pudimos descubrir la posición existencial desde la que Beethoven compuso su música los últimos diez años de su vida, una posición fuertemente inspirada por la espiritualidad, y escindida de una realidad vital dolorosa y crítica. Desde esa especie de cima espiritual, el compositor pudo
gestar un proyecto excéntrico que tuvo entre manos toda su vida: la integración de un poema del filósofo-poeta Friedrich Schiller dentro de la concepción de una sinfonía. Era una excentricidad porque nunca antes lo poético y lo sinfónico se habían dado la mano.
La idea persiguió a Beethoven desde su juventud… ¿Cuál era el texto?, ¿Por qué tal obsesión en torno a una poesía? Se trataba de la Oda a la Alegría, una larga exaltación de eso, de la Alegría, con mayúsculas, es decir, del amor, de la fraternidad, de la igualdad, del concepto de un Padre bondadoso… Ese poema tocaba los pilares de la moralidad de Beethoven de principio a fin.
De Juan nos explicó los símbolos del poema y la forma en la que se reflejan en la música de Beethoven, en la coreografía que Maurice Béjart creó para ella en 1961, y en la película documental de Arantxa Aguirre. Y pasamos al plato fuerte: la película.
El inicio no puede ser más sugerente: un tren, un viaje, paisaje nevado, Suiza… y la reflexión de H. De Lausanne, monje suizo, en torno al bien y el mal como creadores del mundo, y la presencia de una narradora, protagonista del viaje cuyas reflexiones tendrán un papel muy especial en la película.
Llegamos a Lausanne y nos metemos dentro de un ensayo del ballet. Saltos, zapatillas, piernas largas que se estiran, movimientos que nos alejan de la danza clásica y nos sumergen en lo contemporáneo… y de fondo… Beethoven.
Así, como si nada, la película nos va conduciendo por diferentes ingredientes artísticos, técnicos, logísticos, humanos y divinos que componen la preparación de algo tan gigantesco como una coreografía de la Novena de Beethoven. E iremos conociendo a los protagonistas de tan mayúscula
hazaña: los bailarines. Ellos mostrarán a la cámara su esfuerzo, sus temores, sus pies dañados por las horas de ensayo, su conexión a lo que hacen como si en ello les fuera la vida… y de fondo, siempre, la Alegría, con mayúsculas.
Arantxa Aguirre pondrá el foco en dos de esos protagonistas: una joven pareja que, en medio de los
ensayos, recibe la noticia de que van a ser padres. Lo que supone para uno y para otro será muy
diferente. La veremos a ella renunciando a su gran papel dentro de la coreografía, y a él superando la añoranza y marchándose a Tokio al estreno, con una mezcla única de ilusión, miedo, inquietud….
Parece poesía pero no lo es, es la propia película mostrando con gran sutileza el gran paisaje emocional que cada uno lleva dentro.
La película acaba con los ensayos finales en Tokio. Los bailarines se unen a los músicos de la Sinfónica de Israel, Zubin Metha dirige, y habla para la cámara, expresando lo que es la alegría… unos y otros comparten la tensión de un momento que se sabe único. Y como colofón: llega el concierto. La música se funde con el movimiento de una manera única, con una fuerza única, atemporal y universal. Y la película acaba con una reflexión que por bella y trascendente merece la pena dejar en secreto, para que el lector que no haya visto la película llegue a ella sin prejuicio alguna.
En suma, la película exhala belleza, poesía y cuidado exquisito, en la fotografía, el guión y el planteamiento del conjunto. Aguirre demuestra ser una amplia conocedora de las distintas manifestaciones artísticas, algo que no sorprende después de haber visto en otras ocasiones en este mismo Cineforum otras películas como ‘El amor y la muerte’ dedicada al compositor Enrique Granados.
Al finalizar, el público tuvo la inmensa suerte de poder intercambiar opiniones y preguntas con la directora de la película. Ella nos habló largo y tendido de cuestiones muy interesantes, entre las que destaco algunos aspectos:
- Su respuesta a la pregunta que se realizó sobre el motivo por el que recurre a imágenes de Los Desastres de la Guerra, de Francisco de Goya, al inicio de la película. La directora nos explicó su percepción de la conexión entre la pintura de Goya y la música de Beethoven, y la relación que
encontraba entre ambos personajes. Además, nos habló de lo importante que es para ella el recurrir siempre a figuras españolas dentro de cualquier trabajo que realice. - Se preguntó a la directora por el sentido del personaje de la narradora. La joven que viaja en el tren con el que arranca la película. La respuesta no pudo ser más sugerente: la narradora es, en cierto modo, el alter ego de la directora, un personaje que ve desde fuera pero vive desde dentro el
montaje de la coreografía y el mundo de la danza por extensión. - El tema de la Alegría flota omnipresente por la película. Diferentes personajes dicen qué es para ellos la alegría. ¿Y para Arantxa Aguirre, qué es la alegría? Arantxa la definió más como un arranque espontáneo que como algo que nazca de una reflexión. La alegría es la felicidad de estar vivo, el ver a los niños correr por el parque, tomar una cerveza con el vecino o que alguien te sonría en el autobús. Es espontánea y no premeditada. Quizás algo del mundo cambiaría si se persiguiera más la alegría y menos esa abstracción que es la felicidad.
Hubo muchas otras cuestiones, y sobre todo impresiones por parte del público, que estaba realmente conmovido. Muchos hablaron de esa lagrimita que se cae por la mejilla, y otros de la profunda impresión que había causado en ellos la película. Todos se quedaron con ganas de más, es más, con ganas de volver a verla tras terminar el coloquio. Espero que suceda algo parecido tras terminar de leer esta crónica.
Texto: Irene de Juan Bernabéu, pianista