ÓPERA EN DIFERIDO: «La flauta mágica» V.O.S.

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Original subtitulada a Castellano

ÓPERA EN DIFERIDO: «La flauta mágica» V.O.S.

Acto I

Escena I: En las Tierras Rocosas

El príncipe Tamino llega hasta tierras rocosas perseguido por una serpiente. Ha perdido su arma y ruega por su vida hasta que se desmaya («Zu Hilfe! Zu Hilfe!»). Pero enseguida es salvado por las Tres Damas (Die Drei Damen), que matan al monstruo. Al ver al joven se enamoran de él, pero le abandonan con la promesa de volver de nuevo. Tamino se despierta, aturdido, junto a la serpiente, cuando oye un silbar. Papageno, un ser mitad pájaro y mitad persona, con una gran jaula a sus espaldas, se le acerca cantando («Der Vogelfänger bin ich ja»).

Cuando Tamino habla con él le pregunta quién es. Es el pajarero de la Reina de la Noche (Die Königin der Nacht), quien le da comida a cambio de pájaros. Hablando, Tamino cree que Papageno mató a la serpiente y lo salvó. Papageno sobre esto no le dice nada. En este momento se oye la voz de las Tres Damas que, al ver que Papageno ha mentido, le cierran la boca con un candado de oro. Al dirigirse a Tamino, le entregan un retrato de una bella joven. Si él no permanece indiferente, fama, honor y felicidad le darán por recompensa.

En la intimidad, Tamino muestra con su canto cuánto le gusta ella («Dies Bildnis ist bezaubernd schön»). No sabe quién es la retratada, pero sabe que le enamora.

Las Tres Damas aparecen ante Tamino y le dicen que la Reina escuchó su canto y ha querido que sea él quien rescate a su hija. Es Pamina, la hija de la Reina de la Noche, y está secuestrada por un demonio llamado Sarastro, que vive en un castillo muy bien vigilado. Entonces, decidido, Tamino se propone salvar y liberar a Pamina. De repente se oye un trueno y cae la noche. Las montañas se abren dando paso a la Reina de la Noche, que viene sentada sobre un trono de estrellas, haciéndose la oscuridad detrás de ella. En su delicada y completa aria de tres tiempos distintos («Oh zittre nicht, mein lieber Sohn!») persuade a Tamino para que la rescate y, a cambio, dejará que se quede con ella para siempre. Después de esto, la Reina se retira entre las montañas y el día se hace de nuevo.

Tamino, pensando en soledad si lo que ha visto es cierto, se encuentra con Papageno en el camino, que no puede hablar por el castigo («Hm, hm, hm»). Entonces aparecen las Tres Damas, que liberan a Papageno de su castigo, pero éste no debe mentir nunca más: ¡el castigo debe servir de advertencia! A Tamino le ofrecen una flauta mágica de oro, que modifica el estado de ánimo de aquel que la escuche, hace más feliz a los hombres, al triste le vuelve alegre y al soltero enamorado. Papageno debe acompañar a Tamino, pero éste tiene miedo de Sarastro; abandonaría a Tamino por no ir. Las Damas, para evitarlo, le regalan unas campanillas de plata mágicas que le protegerán con su sonido. Se despiden de ellos diciéndoles antes que, para guiarse y encontrar el castillo, han de seguir a tres muchachos jóvenes, bellos, nobles y sabios.

Escena II: En la Habitación con Jeroglíficos del Palacio de Sarastro

Unos esclavos y Monostatos entran con Pamina, la sujetan y la atan. Esta intenta evitar a Monostatos, quien la acosa y la desea. Se acerca a ella sin saber con qué intenciones («Du feines Täubchen, nur herein!»). En ese momento entra Papageno, que encuentra a Pamina junto al negro Monostatos. Ambos se asustan por la extraña apariencia del otro, y escapan, pero Papageno regresa y se presenta ante Pamina y le dice que hay un príncipe enamorado de ella que la va a rescatar por encargo de su madre la Reina. Antes de salir, cantan un dúo sobre la necesidad que sienten de amor en las vidas («Bei Männern, welche Liebe fühlen»).

Escena III: En el Bosque ante el Palacio de Sarastro

Tamino es conducido por los tres muchachos hasta el palacio de Sarastro, quienes le dicen que sea firme, paciente y callado. El templo tiene tres puertas: en el medio, la puerta de la Sabiduría, a la derecha, la de la Razón, y a la izquierda, la de la Naturaleza. Entra por la puerta de la Sabiduría porque las otras le impiden pasar, Atrás! (Zurück!). Se presenta ante él un orador al que le pregunta, pero sus respuestas le crean mucha confusión («Zum Ziele hin führt dich diese Bahn»). Parece ser que Sarastro no es malvado, según cuenta, que lo que hace es proteger a Pamina, pero que no puede decir más por un juramento. Tamino, que lo que quiere es encontrar a Pamina, empieza a tocar su flauta, cuyo sonido atrae a los animales del bosque. Al tocar la flauta se oye la melodía que siempre toca Papageno («Wie stark ist nicht dein Zauberton»).

Pamina y Papageno buscan también a Tamino y oyen su flauta. Monostatos, al oír a Papageno, aparece e intenta atraparles. Llama a sus esclavos, que vienen con cadenas, pero Papageno utiliza el regalo de las Tres Damas y con sus campanillas les detiene y les hace bailar y cantar («Schnelle Füße, rascher Mut» y «Das klinget so herrlich»).

Ahora se oyen trombones y Sarastro es anunciado por un coro invisible («Es lebe Sarastro, Sarastro lebe!»). Entra de forma triunfal, con sus sacerdotes y montado en un carro tirado por seis leones. Pamina le implora que le perdone su huida; ella quería escapar de Monostatos, quien le estaba acosando. Sarastro todo esto ya lo sabía, y sabe además que está enamorada de Tamino. Si sigue con su madre perderá su felicidad, dice Sarastro, ese es el motivo de su secuestro, la Reina no debe cumplir ya la función de madre, sobrepasa la esfera que le corresponde.

Tamino entra sujetado por Monostatos y los dos jóvenes se reconocen y pronto se abrazan fuertemente, lo que provoca la furia de Monostatos, que los separa inmediatamente y ruega a su señor que los castigue. Sarastro, imparcial, sentencia un castigo de setenta y siete azotes, pero sobre Monostatos, al cual se lo llevan sus sacerdotes. Para terminar, ordena que acompañen a Papageno y a Tamino al templo de las pruebas, con las cabezas cubiertas con sacos, para ser iniciados.

Acto II

Cuadro I: Un bosque con palmeras

Sarastro y sus sacerdotes, en procesión solemne, se reúnen en su templo («Ihr Eingeweihten der Goetter Isis und Osiris»). Debaten la posibilidad de acoger a Papageno y a Tamino e iniciarlos en sus prácticas. Todos aceptan la propuesta, pero deberán ser virtuosos y superar una serie de pruebas. En este momento canta Sarastro el aria con coro («O, Isis und Osiris») rogando a los dioses que los fortalezcan con virtudes y los acojan en caso de que deban morir.

Cuadro II: En una sala, de noche, con tormenta

Tres sacerdotes conducen a Tamino y a Papageno hasta la sala donde se harán las pruebas, y les quitan los sacos. Tamino y Papageno entablan una conversación en la que suenan unos truenos que atemorizan a Papageno. Después entran unos sacerdotes con antorchas, con los cuales Tamino sentencia que estaría dispuesto a dar su vida por la amistad y el amor y someterse a pruebas por ello. Sobre esto Papageno no está muy de acuerdo. Él es un hombre primitivo (Ich bin so ein Naturmensch) y hasta que no le aseguran una mujer joven y bella, a Papagena, no acepta. Pero debe prometer no hablar con ella si la ve. Tienen que permanecer en silencio, y no hablar con ninguna mujer. En este dúo se detallan las principales motivaciones de la prueba («Bewahret euch vor Weibertuecken»).

Los tres sacerdotes abandonan la sala y les dejan en la oscuridad. En ese momento aparecen Las Tres Damas del suelo y cantan el quinteto («Wie? Wie? Wie?»), que los intentan convencer de que ese no es un buen lugar. Papageno no para de preguntar a Tamino si lo que dicen es verdad, pero Tamino, que es fuerte, no piensa en lo que puedan decir. Ellas insisten en que la Reina de la Noche se dirige hacia el templo, mientras que Papageno se desmaya. Pero se oye a los sacerdotes, que las expulsan hasta que desaparecen en el suelo. Entran estos y se llevan a Tamino. A Papageno le hacen levantarse para poder seguir guiándolo.

Escena III: Un jardín

Pamina duerme bajo la luz de la luna. Entonces entra Monostatos y canta su aria sin que nadie lo vea («Alles fühlt der Liebe Freuden»), en la que se lamenta de su posición comprometida. No puede amar a un ser tan hermoso como la luna porque lo negro es feo. Se acerca a Pamina, pero la Reina de la Noche surge del suelo. Pamina se despierta y Monostatos se esconde. La Reina se enfurece al ver que Tamino se ha puesto del lado de Sarastro, y pide venganza por ello. En el aria más famosa de la ópera («Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen») expresa que se siente engañada y obliga a Pamina que mate a Sarastro, amenazándola con abandonarla para siempre. Le da el cuchillo a su hija para que asesine a Sarastro y se marcha enfurecida. Monostatos sale de su escondite y decide vengar a Sarastro pidiendo que se case con él, pero Pamina se niega. Llega Sarastro para consolar a Pamina y tomar justicia, a la manera que se tiene dentro de esos muros, que no conocen venganza («In diesen heil’gen Hallen»).

Escena IV: En la sala de las pruebas

Mientras, Tamino y Papageno siguen superando las distintas pruebas impuestas. En este momento se enfrentan a la prueba del silencio, pero Papageno no calla. Surge del suelo una mujer vieja y fea que ofrece agua a Papageno, que no para de hablar con ella y descubre que tiene 18 años y dos minutos, y además tiene un amante, el mismo Papageno. Cuando va a preguntar el nombre de la anciana, un trueno suena y la vieja desaparece. Los muchachos llegan para traerles comida y sus instrumentos. Entregan a Tamino su flauta y a Papageno sus campanillas, y desaparecen. Tamino toca la flauta mientras Papageno come y bebe. Aparece Pamina al sonido de la flauta, que, al no obtener respuesta alguna por parte de Tamino, piensa que no le quiere y, muy herida, canta su bellísima aria («Ach, ich fühl’s, es ist verschwunden»). Es el momento más solemne de toda la obra.

Escena V: Una gran sala abovedada, en el interior de una pirámide

Sarastro, junto con el coro de los sacerdotes, inician un ritual («O, Isis und Osiris, welche Wonne»). Se trata de uno de los pasajes corales más representativos de la época. Tamino, frente al gran sacerdote, escucha sus palabras. Entonces entra Pamina con un saco en la cabeza acompañada por los sacerdotes junto a Tamino. Sarastro le quita el saco. No cesa de preguntar por Tamino, que está a su lado, pero Tamino no habla con ella. En este trío se relata la historia («Soll ich dich, Treuer, nicht mehr sehn?»). Han de separarse y los dos lo aceptan porque les prometen que volverán a encontrarse.

Escena VI: Jardín pequeño

Papageno está solo y perdido en la sala donde se realizan las pruebas. No encuentra la salida, siempre le dicen Atrás! (Zurück!). Al acercarse a un sacerdote, éste le reprocha que su comportamiento merece un castigo, pero los dioses, benignos, lo perdonan. A cambio nunca sentirá las alegrías de los iniciados. Papageno se conforma con un vaso de vino, que le es concedido, y con una muchacha («Ein Mädchen oder Weibchen wünscht Papageno sich!») que le haga caso y le quiera. Cantando, encuentra a su mujer, pero es la misma anciana que le pide su eternidad. Él accede con desgana porque, si no, vivirá encarcelado sin una amiga y sin vivir en el mundo que tanto le gusta. En ese momento, ella se convierte en una hermosa joven, Papagena, pero la pierde porque se acerca un sacerdote; aún no es digno de ella, le dice. Papageno se hunde en la tierra porque no quiere hacer caso al sacerdote.

Escena VII: Un jardín

Los tres muchachos anuncian la llegada de la mañana y hablan de Pamina («Bald prangt, den Morgen zu verkuenden!»). Pamina, al creerse rechazada por Tamino, decide suicidarse. A punto está, pero los jóvenes genios la salvan a tiempo y le piden que tenga paciencia (Ha, Unglückliche, halt ein!).

Escena VIII: Dos montañas, una arroja fuego y la otra agua

Dos hombres con armadura traen a Tamino para que supere las pruebas de agua y fuego. Antes de la prueba, Pamina aparece dispuesta a verle («Der, welcher wandert diese Strasse voll Beschwerden»). Deciden que, como Pamina no teme a la muerte, es digna de ser iniciada. Ambos se dan la mano. Tamino toca la flauta para poder atravesar la columna de fuego. Entran y salen de ésta. Tamino vuelve a tocar la flauta y se dirigen a la montaña, que arroja agua. Entran y salen de ésta. Aparece después la entrada a un templo muy iluminado, dentro del cual se oyen gritos de triunfo y alegría por la pareja («Tamino mein! O welch ein Glück» y «Wir wandelten durch Feuergluten»).

Escena IX: Pequeño jardín

Papageno, al ver que ha perdido a Papagena, la busca desesperadamente cantando y tocando su silbato («Papagena, Papagena! Weibchen! Täubchen!»). Decide ahorcarse. Con una cuerda, se acerca a un árbol. Pide que se apiaden, pero no se oye nada. Resignado, se dispone a colgarse. Los tres muchachos le detienen y le aconsejan que toque sus campanillas. Es el famoso dúo donde se encuentra con su amada Papagena, con la que decide tener muchos hijos Papagenos («Pa-Pa-Pa-Papagena!»).

Escena X: Subterráneos del templo

La Reina de la Noche, junto con Monostatos, quien se le ha unido, surgen del suelo y en silencio («Nur stille, stille, stille, stille!») intentan atacar el poder de los sacerdotes y de Sarastro entrando en el templo. La Reina le ha prometido a Monostatos su hija y este le enseña el camino. Se oyen ruidos. Son los sacerdotes, que los vencen con truenos y rayos. La Reina de la Noche y Monostatos son expulsados y se los traga la tierra. Sarastro convoca el reino de la luz y el reino de la verdad. En el coro final («Die Strahlen der Sonne vertreiben die Nacht») se canta a la belleza y a la sabiduría que han sido coronadas para siempre en aquel bello lugar.

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Duración | 149 minutos

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