La historia de los miles de migrantes que han cruzado el Mediterráneo durante los últimos años y las penalidades y peligros que pasan en su intento de llegar a Europa, encuentra voz e imagen en el documental Cartas Mojadas de la directora Paula Palacios, quien lo presentó el pasado jueves 15 de octubre en nuestros cines, en un evento en el que el público, que llenaba el aforo permitido, participó en un interesantísimo coloquio sobre esta realidad.
Paula Palacios expresó su satisfacción por encontrarse a tanta gente en el cine, para ver este trabajo que le ha llevado cinco años en su realización. Indicó que hoy en día es difícil estrenar en una sala, y más con la pandemia. ”Yo quería estrenar en un cine”, dijo.
El fenómeno migratorio –explicó- le interesa desde hace años y ha centrado en él su quehacer profesional durante los últimos 15, especialmente para las televisiones. Este documental cuenta con la colaboración de Isabel Coixet como productora.
En Cartas Mojadas nos traslada la incertidumbre, el miedo y hasta la muerte, de hombres, mujeres, niños y bebés, que son objeto del abuso de las mafias que organizan los viajes, del azote de la mar y de las decisiones de las autoridades europeas, También recoge el desengaño que sienten por la acogida que encuentran en Europa, en unas impactantes secuencias rodadas en París.
Todo ello, subrayó, le produce indignación, pero una indignación llena de energías para denunciar los hechos.
La directora y su equipo se subieron a bordo del barco de la ONG Open Arms. En total eran 19 personas, pero, después de llevar a cabo un rescate, sumaron 551. Como se ve en las imágenes, la cubierta del barco estaba totalmente llena.
También viajaron en un guardacostas libio y, más tarde, se trasladaron a uno de los lugares más peligrosos del mundo, en Libia, una ciudad no muy lejos de Trípoli, donde se maltrata y esclaviza a seres humanos, que son retenidos por traficantes a cambio de dinero.
Sobre su forma de trabajar, dijo que intenta rodar el máximo posible de planos, generalmente muy largos y centrados en los detalles, para luego, en el montaje, poder escribir sobre la historia.
Esa minuciosidad de la imagen facilita la forma de relatar los hechos elegida por Paula Palacios, quien pone como narradora a la voz de una niña, víctima de un naufragio, que surge del fondo del mar y transmite lo que cuentan unas cartas enviadas, pero que nunca fueron recibidas por sus destinatarios. “Pretendía dar voz a las personas que ya no la tienen y que se hundieron en el mar”, subrayó.
Preguntada por cómo se sintió grabando a madres con sus hijos en situaciones muy difíciles, dijo que, ahora que es madre, -estaba embarazada durante la parte final de la grabación- se plantea que tal vez a ella no le gustaría que la filmasen con el bebé llorando o mamando y que ese es un dilema que se presenta siempre que tratas temas conflictivos, pero que creía que es más importante la sensibilización.
Sobre los problemas del rodaje, la directora explicó que había tenido especiales dificultades para filmar en Libia y que, para facilitar las cosas, en lugar de viajar con su equipo a ese país, contrató uno local, del que destacó su profesionalidad.
En un momento del documental, se entrevista a un traficante de personas libio que reconoce, con toda tranquilidad que, si no le pagan, tortura a los migrantes. Para la directora, Libia hace el trabajo que Europa espera que haga y están orgullosos de cómo lo desempeñan.
Acompañaron a Paula Palacios en el coloquio Jaime Martinez, programador de Cines Zoco y Javier Asenjo, quien le precedió en el cargo y fue uno de los fundadores de nuestro proyecto.
Al finalizar el coloquio la directora nos dejó el siguiente mensaje:
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