El 16 de febrero de 2024 pudimos disfrutar de la película que el propio Billy Wilder consideraba su obra cumbre, “El apartamento” (1960). Una maravillosa cinta, inclasificable, mezcla de comedia, drama romántico y crítica social, que nos hace reír y sentir compasión a la vez. Sin duda, se trata de uno de los mejores guiones de la historia, obra de la pareja de genios que conformaban Billy Wilder y I.A.I. Diamond.
Para la presentación y posterior coloquio contamos con la presencia de nuestros habituales expertos en cine clásico, Mª Eugenia Guzmán y Javier López Otaola.
Como señaló Mª Eugenia es una película redonda, en la que todos los elementos encajan en perfecta armonía: guion, interpretaciones, música, puesta en escena, fotografía, etc.
La génesis de la idea del film surgió cuando Wilder vio “Breve encuentro” de David Lean. Una historia en la que dos personas casadas utilizan el apartamento de un amigo para sus encuentros amorosos. Pensó que había un personaje interesante en el amigo del protagonista que cede su apartamento. Tras dejar transcurrir los años a la espera de la relajación del código de censura, retomó el tema una vez finalizó el rodaje de “Con faldas y a lo loco”.
Ambos destacaron que el guion no tiene aristas y que la progresión dramática es de una precisión milimétrica. Todo encaja a la perfección, cada pequeño gesto y frase sirve para comprender mejor a los personajes, fluyendo con una economía narrativa y un lenguaje visual sencillo. Cuenta la historia de un pobre hombre que se humilla por conseguir un ascenso y de una mujer que cae en las redes de un jefe que se aprovecha de ella, pero que acaban por recobrar la dignidad perdida. Esta fábula urbana pone al descubierto las vergüenzas ocultas de una empresa, pero también muestra el anhelo de amor y de una vida más digna de dos seres muy defectuosos, pero entrañables por su gentileza y vulnerabilidad.
“El apartamento” supone la culminación del estilo Wilder, mostrándonos su visión de la condición humana, cínica pero suavizada por su pudorosa sensibilidad. A veces su acidez domina toda la película, pero mucho más a menudo, podemos atisbar a un romántico comprensivo con las taras de sus personajes, en la medida en que sean capaces de redimirse por amor o por una toma de conciencia. Ciertamente, era muchas personas a la vez.
Javier señaló que rodar la película en blanco y negro (fotografía de Joseph LaShelle) y en Cinemascope resultó un acierto porque servía para enfatizar la sobriedad, la crudeza y la soledad. Especialmente curioso es cómo Alexandre Trauner filmó la kafkiana oficina donde trabajaba Baxter, llena de interminables filas con mesas: se situaron mesas y personas de menor tamaño a medida que se situaban más lejos, de forma que las últimas filas estaban formadas por mesas enanas y niños pequeños.
Otro de los hallazgos es la pareja que forman Jack Lemmon y Shirley MacLaine (ambos nominados al Oscar). Los personajes de ambos, Baxter y Kubelick, son de una ingenuidad conmovedora, representando la esperanza frente a la sociedad materialista y deshumanizada. Su toma de conciencia progresiva les permitirá encontrar la redención.
Nadie como Lemmon podría haber interpretado mejor el papel de Baxter, un insignificante ciudadano medio (el “everyman”), romántico y solitario, que desprende una gran compasión pese a resultar un arribista sin escrúpulos. El perfecto reflejo de la soledad de un hombre en la sociedad moderna (la escena de Baxter sentado en un banco en Central Park es desoladora).
MacLaine es el perfecto complemento para equilibrar la obra. Está magnífica en su papel, tan reconocible, de víctima inocente que se enamora fácilmente con la persona equivocada, irradiando una dulzura y tristeza que resultan conmovedoras.
También es muy destacable la actuación de Fred MacMurray como el deleznable jefe Sheldrake, un hombre moralmente repugnante. Un papel al que no estaba muy acostumbrado ya que solía interpretar papeles de adorable padre de familia en películas de Disney.
Para Javier el apartamento es el espacio dramático fundamental, un espacio de contradicciones, en el que confluyen los encuentros y las fiestas, pero también el vacío y la soledad. Sin embargo, a medida que avanza el metraje y, tras el intento de suicidio de Kubelick, se va convirtiendo en un hogar en el que nuestros dos protagonistas acaban dando rienda suelta a sus sentimientos.
Mª Eugenia destacó que Wilder era un maestro en la utilización de objetos al servicio de la historia. El uso narrativo que hace de ellos en esta cinta es sublime. Unas llaves: una la que abre el apartamento de Baxter para el disfrute de sus jefes y otra el aseo de directivos que tanto sacrificio infame le ha costado conseguir. Al dejar una consigue la otra. No es casualidad que por una llave perdió su dignidad y por otra la vuelva a recuperar. Otro estupendo hallazgo es el del espejo roto, mediante el cual Baxter acaba averiguando la relación que su amada mantiene con el jefe en su propio apartamento. Al mirarse en él ve el reflejo del mundo que se le ha derrumbado. Es en ese momento cuando ella le señala que le gusta que esté roto porque así es como se siente. Verdaderamente no cabe algo más sutil.
La película tuvo una gran acogida de público y crítica, aunque tampoco estuvo exenta de polémica. Una parte de la prensa la acusó de atacar a la sociedad americana capitalista, mostrándola como licenciosa, hipócrita y sin escrúpulos. Estuvo nominada a diez Oscar, ganando cinco (mejor película, director, guion, dirección artística y montaje).
Texto: Javier López Otaola (miembro de la Junta Directiva de Cines Zoco) y Mª Eugenia Guzmán (crítica de cine)
Fotos: Estrella Urzaiz, socia colaboradora en Eventos
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